martes, 9 de julio de 2013

Cuatro deberes esenciales en la crianza de los hijos




        ¿Cuáles son nuestras principales responsabilidades en la crianza de nuestros hijos? Para algunos padres, su objetivo final, como educadores, es la autonomía de sus hijos. Otros hablan de querer la auto-realización de sus hijos.  Para otros padres, el objetivo es asegurar la felicidad de su hijo.  Muchos padres cristianos prefieren decir que ellos quieren la salvación de sus hijos ¿Cómo vamos a llegar a estos resultados? La pregunta presupone que el resultado final no vendrá por casualidad. Necesitamos un plan de acción. ¿Cuáles son los elementos esenciales de dicho plan?1

        

            Vamos a examinar desde una perspectiva cristiana los principios que están detrás de estos deberes fundamentales.







Transmitiendo la revelación de Dios a los hijos

            El primer deber de los padres creyentes según la Biblia es la de transmitir la Palabra de Dios a sus hijos: “Y estas palabras que yo te mando… las repetirás a tus hijos” (Deuteronomio 6:6,7). Estas enseñanzas de los escritos de Moisés significan que se espera que los padres doten a sus hijos de la mejor referencia espiritual y moral, para transmitir el amor por la revelación divina. Conocer la Biblia, capacitará a nuestros hijos a encontrar sus puntos de referencia en la vida.

            Es importante que la última referencia espiritual y moral para los hijos no sean los propios padres. La originalidad de la crianza bíblica descansa en el hecho de que se refiere a una autoridad que está más allá de la de los padres. Esta idea es revolucionaria en comparación con otros modelos educativos. Todos los educadores humanos, incluso los profetas, no son omniscientes. Ellos son falibles. Ellos cometen errores.  Por ello, los padres deben hacer referencia a Dios y a la ley que está por encima de todos los seres humanos, incluyendo los padres.

            Tener el mismo libro, la Biblia, para la educación de los padres y los hijos tiene consecuencias importantes para los padres. Es bien sabido que los hijos aprenden por imitación. Ellos hacen lo que ven hacer a otros. Ellos necesitan ejemplos coherentes. Un hijo que desea obtener permiso para hacer algo, se siente tentado a ir de un padre al otro, para conseguir lo que él quiere. Si los padres no están de acuerdo entre ellos, sus disensiones producirán confusión en la mente del niño. Un mensaje claro y coherente de ambos padres es necesario para construir un carácter fuerte en el niño. Si ellos no pueden alcanzar la armonía perfecta, es importante que los padres estén unidos en los puntos fundamentales. Para llegar a un acuerdo, la negociación a veces será necesaria entre los padres. La Omnipotencia por parte de uno u otro padre, abdicará cuando ambos se refieran al conjunto común de valores éticos en las Escrituras. Solamente en esta dirección, la estabilidad tanto de los niños y los padres se encuentran.

            Encabezar una dirección como padres, aunque tengan un enfoque común y sean coherentes, no es suficiente por sí misma; esa dirección debe ser una ética. La Biblia enseña la importancia del buen comportamiento, de hacer obras constructivas que se ajusten a la fórmula: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18). La enseñanza de la ética empieza con la renuncia al egoísmo. Debo amarme a mí mismo, pero al mismo tiempo, debo amar y respetar a los demás. En esta enseñanza ética fundamental de la Biblia, repetida por Jesús en Mateo 22:39, las prohibiciones - las cosas que deben abstenerse de hacer, son tan importantes como los deberes – las cosas que estamos obligados a hacer. La libertad y la espontaneidad tienen su lugar, pero dentro de un marco que garantice el respeto por los demás. La Biblia reconoce la realidad del deseo personal; no lo prohíbe, pero lo sitúa en el marco de las leyes que lo regulan, en este caso “el amor al prójimo”.  El rabino filósofo Abraham Heschel una vez dijo: “El objetivo de la ley de Dios debe ser la gramática de la vida”. Para continuar con esta metáfora, podemos decir que las reglas de escritura deben ser dadas por los padres, pero el niño tendrá que escribir su propio libro – su propia vida.

            El hecho de que la Biblia ofrece la misma enseñanza para los hijos y para los padres, presenta un desafío permanente para los padres como educadores.  Ellos deben ser sometidos a las mismas leyes como sus hijos y deben continuar su aprendizaje durante toda su vida. A pesar de la distancia necesaria entre el niño y los padres, sin embargo, existe una asociación entre ellos a causa de esta misma fundación. Los niños aprenden de sus padres, pero los padres también aprenden con e incluso de sus hijos, como construir sus vidas sobre esta base común.3

Enseñando a los hijos a trabajar

      La segunda obligación de los padres para con sus hijos es ayudarles a aprender un oficio, es decir ganarse la vida y cumplir su vocación en la vida.

            En la Biblia, el primer acto de instrucción de Dios hacia los seres humanos a quienes acababa de crear, fue asignarles responsabilidad y enseñarles a trabajar y cuidar de su espacio vital, el Jardín del Edén. “Dios el Señor tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara” (Génesis 2:15). Este texto establece la importancia del trabajo como una parte de la vida adulta mucho antes de la caída. La primera pareja humana, incluso en el Jardín del Edén, tenía que trabajar. Después de la caída, el trabajo adquirió una connotación negativa. Adán y Eva fueron expulsados del Jardín, sin posibilidad de retorno. Ellos ahora se vieron obligados a trabajar para sobrevivir, no sólo para cumplir con su creatividad.

            Por un lado, el trabajo implica la auto-realización, vocación y creatividad. Por otro lado, implica independencia, libertad y autonomía. Se ofrece la oportunidad de tratar con el mundo en que vivimos, utilizando nuestros propios talentos y habilidades, sin depender de nuestros padres. El trabajo también significa jugar un papel útil en la sociedad, un vínculo social que es muy importante para la integración de una persona joven que está creciendo dentro de la comunidad. La crianza de los hijos incluye la tarea de ayudar a nuestros hijos a encontrar su lugar como miembros activos del grupo  - encontrar su “posición” en ambos sentidos de la palabra: en el espacio y en la sociedad.

            Enseñar a los niños a trabajar es prepararlos para la independencia que una profesión conlleva. También significa ayudarles a aprender una relación adecuada con el trabajo, tal como la importancia de la moderación y el establecimiento de límites a los deseos personales que pueden constantemente carecer de satisfacción (1 Timoteo 6:8). Enseñar un oficio también significa enseñar las limitaciones que se pueden colocar en el trabajo. La Biblia presenta el sábado – la santificación del tiempo. La cesación periódica y regular de la rotación de la vida. El sábado es una necesidad; el trabajo de otra manera, podría esclavizarnos. Oscar Wilde dijo: “En este mundo hay sólo dos tragedias: una es no obtener lo que deseamos, y la otra es obtenerlo”. Educar acerca del trabajo, también significa mostrar a nuestros hijos que la insaciable sed por dinero, poder, gloria, etc. – la insatisfacción permanente con lo que uno ha adquirido, es una maldición. Lo más importante es lo que somos, no lo que tenemos.

            La santificación del sábado es muy importante porque otorga tiempo para adorar al Creador,  en vez de adorar a nuestras propias obras. También, levanta nuestros ojos desde nuestras tareas al cielo, para contemplar el espacio infinito de la creación divina. Los niños tienen el sentido innato de maravillarse – la melodía de los pájaros, el sol naciente, una pequeña flor silvestre, la sensación del viento en la cara, todo es para ellos un motivo de asombro. Cuando nos convertimos en adultos, de alguna manera se pierde esta capacidad de admirar la creación; todo llega a ser común. El descanso semanal del Shabat establece una limitación para trabajar y permitirnos mantener la sensación de asombro de los niños.

            Un conocido pediatra escribió sobre los niños: “Tan pronto como su mirada se vuelve capaz de ir más allá de su entorno inmediato, enséñeles el mar, las montañas y su inmensidad, muéstreles la noche y el cielo estrellado, otórgueles una visión del infinito”.4 

            La oración, como un reconocimiento o agradecimiento por las bendiciones divinas, nos permiten también no considerar nada de hecho. Estas palabras de agradecimiento antes de la acción – una comida, un viaje, dormir, son los tantos momentos de concienciación que coloca una distancia entre el deseo y su cumplimiento. Estos momentos de inspiración son particularmente importantes en un mundo donde todo va demasiado rápido, en el que las agendas – tanto de los niños y los padres, están superpobladas y en el que, a menudo, no queda tiempo para la reflexión personal.

           

Preparando a los hijos para que sean autónomos

El tercer deber de los padres, es ayudar a sus hijos a encontrar una esposa. Esto implica enseñarles que “no es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18) y que algún día, ellos deben “dejar su padre y su madre” (Génesis 2:24). La idea es preparar a los hijos para que sean independientes de sus padres.

            Una educación lograda es la que permite a los hijos vivir sin sus padres. El deber de los padres es asegurarse de que sus hijos puedan salir de ellos una vez que han llegado a ser adultos. Muy a menudo, padres bien intencionados tornan a sus hijos en “hijos de cuidado permanente”. Los consultorios de psiquiatras están llenos con “adolescentes” de 40 y 50 años, incapaces de romper el vínculo de sus padres (manifestada por una dependencia afectiva enfermiza o por peleas interminables y culpas). Aprender a separarse de los padres es necesario, pues así los hijos llegan a ser responsables, adultos libres y autónomos algún día.

            Si este inicio ha sido bien hecho, los hijos buscarán un remedio para su soledad existencial fuera de su familia, si ellos se casan o permanecen solteros. Ellos serán capaces de distinguir entre el amor filial y una relación amorosa, y entenderán el respeto de sus padres fuera de una relación de dependencia. En esta tensión entre la dependencia y la autosuficiencia, los hijos también aprenden que su libertad está limitada por las necesidades de otros y que, por el bien de su propia felicidad, deben aprender a interactuar con otros a través de la negociación y el respeto.

            En el quinto mandamiento “Honra a tu padre y a tu madre” (Éxodo 20:12), la palabra hebrea Kabed (“honor”) significa dar peso. Esto no necesariamente significa estar de acuerdo u obedecer, sino respetar. Si un padre da malas órdenes, el hijo no está obligado a aceptarlas, ni a seguirlas. Él está obligado a tenerlas en cuenta, para evaluarlas y para respetar a sus padres como corresponde.

Preparando a los hijos para enfrentar las dificultades de la vida

          
  Dios nos ha dado la vida como un valor muy precioso: “…os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge pues la vida, porque vivas tú y tu simiente”. (Deuteronomio 30:19).

            Hoy en día, entendemos lo importante que es proteger a los hijos y prepararlos para que se protejan. Ellos deben saber cómo librarse del peligro y en lo posible, resolver sus problemas por ellos mismos, enfrentar circunstancias adversas y difíciles. Los hijos deben aprender la elasticidad y cómo sobrevivir en un mundo cada vez más difícil y peligroso. Mientras que saber nadar, literalmente es importante, los hijos deben aprender a nadar contra la corriente de la vida. Los hijos deben apreciar la vida – la de ellos y la de los demás. Deben ser capaces de nadar no solamente para salvar sus propias vidas, sino también ser capaces de salvar las vidas de los otros en caso de necesidad.
           
Algunas conclusiones

            La crianza de los hijos es una responsabilidad muy seria (Ver 1 Timoteo 5:8). Sin embargo, no podemos dar lo que no tenemos.  Para tener éxito en hacer a nuestros hijos eternamente felices, debemos primero de todo conocer esta clase de felicidad personalmente. Los hijos, por supuesto, no necesariamente pueden tomar los valores de sus padres. Los padres pueden enseñar a sus hijos las reglas y la forma de vida que conduce a la verdadera felicidad, pero no pueden garantizar que los hijos cumplirán todo. No hay seguridad para la felicidad. La crianza de los hijos es una tarea de construcción5 que se puede hacer sobre una base sólida o frágil (Mateo 7:24-27).

            ¿Qué podemos extraer de la sabiduría antigua como elementos vitales para la educación de nuestros hijos?  Los cuatro grandes deberes de la tradición judía antigua que debían enseñarse a los hijos:

   Amar la Palabra de Dios.
   Ser útil.
   Ser capaz de sobrevivir sin sus padres.
   Enfrentar la realidad de la vida.

Una educación de éxito no es el resultado de la casualidad, sino que es un proyecto racional con objetivos claros y direcciones. Los niños deben:

  Aprender de la Palabra de Dios a cómo vivir (ahora y en la eternidad).
  Prepararse y habilitarse para ganarse la vida.
  Aprender sobre las emociones y sentimientos, construir tales caracteres para ser capaces de hacer buenas decisiones personales y sociales en la vida, y ayudar a otros a hacer lo mismo.
   Desarrollar elasticidad física y mental a fin de sobrevivir y salvar otras vidas.

            Para educar a nuestros hijos en estos valores fuertes, nosotros padres, debemos primero de todo haber asumido estos valores por nosotros mismos. El texto de Deuteronomio 6:4-9, así como también de Mateo 28:19-20 nos piden escuchar a Dios primero y luego interiorizar sus enseñanzas antes de transmitirlas a nuestros hijos. Mientras que cada generación de padres debe enfrentar enormes privilegios y responsabilidades durante la crianza, con la ayuda de Dios y sus instrucciones, podemos disfrutar plenamente la tarea de disciplinar a nuestros hijos.

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